Pasean por extrañaas huellas animales extraños alzando levite de pino, estrellando sus ansia en el océano. Se escapan por caminos excitados de conjunción, de soledad. Van sin miedo al encuentro de la cueva amarilla, resplandeciendo el impulso de cabellos dorados por lunas febriles. Cuándo dirán que la sangre rasga la vida? cuando rebroten del cuerpo las últimas gotas lüz; lúz rebota adentro de poros volcánicos, caricia de tormenta disoluta en los huesos susurrantes de ilusión. Infancia cruza el prado de fuego, sobre tumbas y fiestas; los cielos se estrellan contra su frente. Cortándose arriba del árbol recuerda. Volviendo en sí recuerda no recordar.
El olvido de la forma el constante afuero y las nubes de la espina sube varado de playa, de sueño y descanso de agoto. Otros se observan tratando de abrazarse ellos mismos muriendo mil veces en el intento. Rueda el espinazo de humo, rueda calabera masetero de tu olvido. A paso meditado se queman palabras no encontradas rebosantes de curiosidad. Rueda calabera, rueda y desaparece, no hay mandato que exija. Murámonos de risa gritaban todos al amanecer, unos explotando de lengüa, otros de cabeza jurando mantras que nunca más repetirían. Rueda calabera, no hay repetición, rueda en tu interior, recuerda no recordar.
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