La montaña era una farsa, tan sólo era una ola de huesos, huesos de tiempo, pedazos de ruinas y cielos, ambos en un trío decolorado. Paseantes colgados de las nubes, viajan alrededor del espacio adimensional, ectoplasmáticamente inertes, reencontrando pedazos de collages cerebrales en un cuadro pintado atrás del ojo. Atrás del ojo se encuentran de la mano, cantando y robando instantes fotoscópicos, subcutánea mano alzada sobre la piel y bajo ésta un nido multiplicado al vacío portando banderas de fuego y noche.
Quisiste saber acerca del calor al fondo del mar sorteando una amalgama de colores extrapolares; mentiste acerca del vapor incubado y las palabras cayeron de la nada. Sentaste la frente acorralada.
No se esfuerzan las flores en desechar sus diminutas cápsulas de paz, sorbemos sin poder, debido a nuestra boca cocida, comunicamos telefrácticamente palabras sin sentido, para del desorden lograr la cúspide profana.
La encontraremos esperando al boorde...
9 de junio de 2010
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