30 de noviembre de 2010

La Pipa de Mar

Había un clavo en el cielo y un ojo colgaba de él, balanceándose sobre el poder, no había vértigo ni lujuria, ni esfinges que adorar. Contemplaba luego, separados espacios en la dimensión partida en una menuda fracción de matemáticas supraterrenas; de pronto vi que estaba en su interior y a nuestro alrededor, electrones orbitaban disimuladamente mientras de la boca en sobre nuestro derivaba todo iris al vértigo de volver al instante atrasado. Así, el desfase reacomoda incertidumbre y la búsqueda del sol en la frente infinita, babea nuestro límite.

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